Friday, November 28, 2008

Entre Negros y sin permiso de nadie

ENRIQUE PATTERSON: El 'apoliticismo' de los negros cubanos

Acasi siete meses de la muerte del pensador negro cubano Walterio Carbonell, uno de sus discípulos, Carlos Moore --que ya ha hecho escuela propia-- presentó en la recién concluida Feria del Libro de Miami su obra ''Pichón, Race and Revolution in Castro's Cuba (Autobiography)''. La publicación del ensayo de Carbonell ''Crítica: como surgió la cultura nacional'' (1961) inició el derrotero del poco conocido movimiento negro surgido bajo condiciones de la revolución castrista.

El libro de Moore nos introduce en el fresco de esos tiempos de cambio de régimen y el enfoque del nuevo orden ante el problema del racismo y la discriminación racial. Muchos intelectuales y activistas negros como Carbonell y Moore --identificados en aquel momento con la revolución-- no podían comprender ciertas actitudes y acciones como el desmantelamiento de las sociedades negras, únicas instituciones donde los negros podían discutir y proponer soluciones a sus problemas así como elaborar agendas políticas a nivel nacional. Moore y Carbonell estaban viviendo la ejecución calculada de un plan para --por primera vez en la historia del país-- quitarles a los negros la voz independiente y la capacidad de organización que, de mantenerse, podrían convertirse en impedimentos para el establecimiento de un régimen totalitario o en la base de un eventual proceso de democratización.

El libro de Moore nos hace comprender cómo los fundamentos de la no solución del problema racial por parte del régimen cubano actual se anidan en los propios orígenes del proyecto castrista, y en la concepción del mundo que al respecto Castro y sus acólitos comparten con las viejas elites cubanas: el considerar a los negros como insurgentes, participantes o ciudadanos subordinados que no deben tener voz propia ni participar en igualdad de condiciones en la lucha política.

Enfrentarse a esa concepción --confrontando personalmente a Castro-- llevó a Carlos Moore a una saga que va desde los campos de trabajo, la cárcel y un espectacular asilo en la embajada de Guinea en 1963 hasta una permanente persecución e intentos de secuestro por parte de los órganos cubanos de inteligencia alrededor del mundo.

Carbonell, acaso más crédulo, permaneció en el país con la esperanza de tratar de cambiar las cosas desde dentro; como resultado fue conducido a campos de trabajo forzado, a la cárcel y, finalmente, al manicomio, donde se le destruyó síquicamente.

A lo largo del poder revolucionario el castrismo estructuró un seguimiento puntual de los intelectuales negros, impidiendo su desarrollo y repitiendo, en cada generación, la política represiva que usaron para desarticular el movimiento inspirado por Carbonell y Moore en los primeros años de la revolución. Al mismo tiempo, en la propaganda gubernamental el castrismo se presentaba como el gran benefactor que había eliminado la discriminación racial, tratándoles de hacer creer a los negros del patio que --para ellos-- el castrismo era el mejor de los mundos posibles y, a los del exterior, que la eliminación del racismo y la discriminación racial sólo eran posibles en un régimen totalitario que suprimiera todas las libertades y derechos democráticos.

Semejante posición asume que la democracia es un régimen que sólo funciona para los blancos, mientras que el sistema social idóneo para los negros es uno que recree la esclavitud generalizada bajo el mando de un líder blanco e ilustrado. El castrismo silenció a los negros aún más que las viejas elites cubanas, reforzando la actitud de que los negros --en lugar de tener una voz propia-- deben buscarse ''abogados'' --blancos-- que hablen en su nombre.

Por eso no es de extrañar la defensa velada que de las desigualdades raciales existentes en Cuba hace el escritor itinerante Pedro Pérez Sarduy, invitado por el Centro de Investigaciones Cubanas de FIU, según reporta este periódico en su edición del viernes 21 de noviembre. Sarduy, al ser cuestionado sobre la escasa participación de los negros en el quehacer político en Cuba, expresó que ''a los negros no les interesa la política, sino el desarrollo de profesiones y carreras intelectuales mejor consideradas''. Su punto de vista refleja la visión del régimen. Los negros cubanos serían, entonces, los únicos seres humanos que no son ''animales políticos''. Eso explica, como se desprende de otra parte de sus declaraciones, que no se solidarice con Oscar Elías Bisset, que ha tenido el ''atrevimiento'' de confrontar al castrismo en sus áreas más sensibles: los derechos civiles y el monopolio del poder político.

La posición de Sarduy --que por extraña coincidencia aparece en Miami en el momento de la presentación del libro del Dr. Moore-- pareciera congruente con los rumores que, según fuentes del movimiento negro interno en Cuba, lo relacionan con la destrucción de Walterio Carbonell. A estas alturas es imposible saber cuánta verdad subyace en semejantes rumores y opiniones; pero sí podemos comparar dos modelos de intelectuales negros.

Uno, Carlos Moore, que nos deja libros definitivos sobre el tema y que ha estado en el vórtice de la lucha contra el racismo y la discriminación lo mismo en Cuba como en Estados Unidos, Francia, Africa, el Caribe y América del sur, junto a figuras del relieve de Maya Angelou, Malcolm X, Aimé Césaire. Y otro, Sarduy, que aún nos debe obras definitivas y aclaraciones de cuentas pendientes con Walterio.